Mision Imposible 17 (de 27) Opisso y Dora

Editorial: Hay una foto que ustedes deberían ver. En ella, al fondo, aparecía el presunto objeto de la misma: el modernísimo pintor MARK KOSTABI posando para la posteridad en la inauguración de su exposición barcelonesa. Pero en la foto se entrometía un curioso personaje, que dotaba a la en principio rutinaria instantánea de un interés particular. No era otro que el eximio maestro MONTESOL, ensayando una de sus muecas más jaraneras. En aquel momento. Kostabi, ejemplar ilustre de neo-vividor desvergonzado, todavía era feliz. Al día siguiente, MONTESOL publicaba en la tira diaria de un prestigioso periódico su àcida visión de la doctrina artística de Kostabi. El artista, un curioso tipo capaz de confesar que el arte es cosa de pederastas y que los cuadros que él firma son obra, en realidad, de un taller de colaboradores, había topado con un contrincante poderoso
Todo esto viene a cuento para que sepan que el corrosivo retrato que hace MONTESOL de la modernidad impresentable parte de un honesto trabajo de campo. En suma, el lema «Montesol estaba ahí» podría encabezar cada una de las historias reunidas en este volumen. Pero si MONTESOL tiene una autoridad indiscutible para hablar de estas aborrecibles criaturas de nuestro tiempo, no es menos importante su potestad para retratar certeramente la urbe barcelonesa. Desde su infancia en el barrio del Clot hasta su actual labor en su privilegiado estudio-atalaya, MONTESOL ha pisado todos los poros de Barcelona, ha escalado todas sus lonchas. Y no es casual que ese tránsito del barrio a la atalaya coincida con la progresiva sustitución de la sátira privada por la toma de postura ética de validez general en su obra. Pero quien puede decir lo mejor de MONTESOL es su propio trazo, vertiginosamente proteico desde hace algún tiempo. Este estilo antidogmático y constantemente inquieto es lo que acredita a MONTESOL como uno de los autores menos conformistas y autocompla-cientes del panorama actual. JOKDI COSTA